viernes, 6 de noviembre de 2009

Bloomberg y los riesgos de ser titular de un cargo en 2010 (coda a las elecciones de 2009)

Nos dejamos ayer en el tintero el resultado más sorprendente de la jornada electoral del martes: la reelección de Bloomberg como alcalde de Nueva York para un tercer mandato. Lo sorprendente no es la reelección, que se daba por descontada, sino el raquítico margen de victoria (50,6% frente al 46% del candidato demócrata), después de que Bloomberg se gastara la increíble cifra de 85 millones de dólares en su campaña electoral.

La primera reflexión que me ha suscitado el pobre resultado de Bloomberg es que las perspectivas para los distintos jefes ejecutivos (especialmente gobernadores) de cara al año 2010 no son especialmente brillantes.

Las elecciones de medio mandato (en el segundo año del mandato presidencial) incluyen la elección del 100% de la Cámara de Representantes (435 congresistas), un tercio del Senado (34 de 100, en este caso, más dos elecciones especiales en Nueva York y Delaware, o sea que 36 en total) y 39 gobernadores (38 más una elección especial en Utah).

Los Senadores y los congresistas, por supuesto, sufrirán (moderadamente, tampoco nos llevemos a engaño; normalmente menos del 10% de los congresistas cambian cada dos años, sea porque se retiran o porque son derrotados. Lo mismo ocurre en el Senado, en el que además el mandato de cada Senador es de seis años, salvo que haya sido elegido por defunción o retirada de su antecesor).

Pero los que sufrirán en particular serán los gobernadores: en 2002, nada menos que 24 de los 36 Estados que tenían elecciones a gobernador cambiaron de gobernador (en algunos casos porque los titulares estaban afectados por la limitación de mandatos), pero aún así, la gobernaduría de 20 de los 36 Estados cambió de manos (11 demócratas sustituyeron a republicanos, y 9 republicanos sustituyeron a demócratas).

Ahora, ocho años después, muchos de los gobernadores elegidos en 2002 están limitados (la mayoría de los Estados tienen como límite máximo para el gobernador dos mandatos de cuatro años), por lo que se producirá un nuevo carrusel de elecciones de nuevos gobernadores. Para mayor inri, varios gobernadores que sí pueden presentarse a la reelección son sumamente impopulares (entre los demócratas, David Patterson, en Nueva York o Deval Patrick, en Massachusetts -espectacularmente impopulares-, y entre los republicanos, Jim Gibbons, de Nevada -increíblemente impopular también), y otros, que se retiran obligados o voluntariamente, dejan una pesada losa al candidato de su partido (Schwarzenegger, en California, que según la última encuesta tiene una popularidad del 24%, con un 74% en su contra, o Jennifer Granholm, en Michigan, que está sufriendo una depresión dentro de la recesión).

Las elecciones a gobernador son como una mini-elección presidencial, y al igual que en ésta, los factores que comentamos hace un año deciden quién será el ganador: cuántos años lleva tu partido al mando (cuántos más lleve, más posibilidades hay de que pierdas las elecciones), la popularidad o impopularidad de tu antecesor (cuánto más impopular sea, peor para ti si eres de su partido y mejor para ti si eres del partido contrario), y el estado general de la economía (cuánto peor vaya, peor para ti si eres del partido del gobernador, y mejor si eres del partido contrario al del gobernador).

Una coda final sobre la reelección de Bloomberg: Sean Trende argumenta de manera persuasiva (por desgracia, ya veréis por qué), que en el pobre (en un sentido relativo) resultado de Bloomberg ha influido sustancialmente el hecho de que el voto negro e hispano de Nueva York ha votado en masa por el candidato demócrata (negro) frente al independiente (blanco). Los distritos subrayados en el mapa envían a congresistas negros e hispanos, y no por coincidencia son aquellos en los que Thompson obtuvo sus mejores resultados.

Trende probablemente tiene razón al pensar que algo de elemento racial hay en esta votación (es muy sospechoso que Bloomberg haya sido derrotado justamente en los distritos en los que las minorías negra e hispana son mayoritarias), aunque hay dos argumentos que permiten matizar algo este juicio:  en primer lugar, en el Séptimo Distrito al Congreso, con un 45% de blancos, y con un congresista más blanco que la leche Bloomberg también perdió. Y dos: un multimillonario blanco que aunque ahora es independiente, fue republicano hasta 2008, quizá no es el candidato más adecuado para las masas pobres negras e hispanas de Nueva York. Pero eso no quita que parece evidente que algún posible elemento de racismo haya podido existir en el escaso margen de victoria de Bloomberg.

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