domingo, 9 de diciembre de 2012

El bastión republicano resiste: las elecciones a la Cámara de Representantes

La única nota moderadamente positiva de la noche electoral para los republicanos a nivel federal fue el hecho de que mantuvieron el control sobre la Cámara de Representantes, y con ello, su capacidad negociadora frente al Presidente Obama durante los dos próximos años (más bien cuatro, salvo que en las elecciones de medio mandato de 2014 ocurra algo verdaderamente inusitado y los demócratas ganen 17 escaños, cosa que no ha ocurrido jamás en los últimos 100 años).

Los demócratas únicamente consiguieron ganar en el cómputo final 8 escaños (pasando de 193 a 201 escaños), mientras que los republicanos consiguieron mantener 234 (la mayoría está en 218).

Sin embargo, incluso este resultado es algo engañoso para los republicanos, porque lo cierto es que en el cómputo real de votos, los demócratas superaron a los republicanos en más de un millón de votos (49,07- 48,11%). Es decir, que los norteamericanos preferían también a los demócratas en la Cámara de Representantes, pero los trapicheos del "gerrymandering" han acabado otorgando a los conservadores una mayoría falsa en la Cámara baja (y tan falsa: según Dave Wasserman, Romney, que en estos momentos anda por el 47,31% del voto, ha ganado 222 de los 435 distritos electorales, es decir, la mayoría absoluta de los mismos, y eso que aún quedan siete por atribuir).

El desastre electoral que fueron las elecciones de medio mandato de 2010 para los demócratas muestra aquí su rostro más evidente: no sólo perdieron 63 escaños, y la mayoría, en la Cámara de Representantes, sino unos 800 escaños en legislaturas estatales a lo largo y ancho de toda la Unión. Ahora bien, son precisamente esas legislaturas estatales las que diseñan la forma de los distritos electorales que componen la Cámara de Representantes a nivel federal. Y el momento del rediseño fue precisamente el año 2011, cuando la mayoría de las legislaturas (y gobernadurías) del país estaban controladas por republicanos.

A raíz de ello, los republicanos se dedicaron a diseñar unos distritos en la Cámara de Representantes que fueran prácticamente irrecuperables para los demócratas. Para ello, lo que hicieron fue, en aquellos casos en que controlaban todas las piezas del puzzle, amontonar al mayor número posible de demócratas en el menor número de distritos posibles, y proteger a sus congresistas creando el mayor número posible de distritos con un número lo suficientemente abundante de votantes republicanos para que, incluso en un mal año, se salven.

Veamos dos de los ejemplos más escandalosos:

Pennsylvania: un estado en el que Romney no llegó al 46,6% de los votos, pero en el que los republicanos mantienen 12 de los 18 escaños al Congreso (o sea, el 66,66% de los escaños).

Ohio: otro estado en el que Romney no llegó al 47,7% de los votos, pero en el que los republicanos mantienen 11 de los 16 escaños al Congreso (el 68,75% de los escaños).

No es que los demócratas sean unos santos: en Illinois, el único gran estado en el que pudieron trampear con el mapa, han conseguido exactamente el mismo efecto: Obama ha ganado con el 57.60% de los votos, pero los congresistas demócratas tienen el 66,66% de los escaños, tras conseguir derrotar a cuatro congresistas republicanos este año merced a como habían eviscerado sus distritos electorales.

Cada diez años nos vemos abocados a este espectáculo lamentable del rediseño partidista de los distritos electorales, y hasta que el Tribunal Supremo no decida de una vez que los Estados están obligados a que los distritos sean lo más competitivos posible (cosa que a día de hoy parece muy lejana), no está muy claro cómo conseguir una solución (a menos que se haga lo que han hecho los votantes en California y Florida: exigir vía referéndum que los distritos no se diseñen de manera partidista, aunque vistos los resultados de este año, me parece que todavía queda bastante para conseguir un cierto grado de neutralidad en ambos Estados).

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